viernes, 1 de marzo de 2013

47. Las Tres Manifestaciones del Yo








¿QUÉ SOY?

Todas las Artes Marciales y Sistemas de Combate contienen un conjunto de características que contribuyen al perfeccionamiento del ser humano en uno o varios de los elementos que definen a la persona: pensamiento, sentimiento y movimiento, todo ello modelado en base a la voluntad. En este texto voy a intentar desarrollar estos conceptos, no sólo en relación con la práctica de las Artes Marciales, sino de aplicación a cualquier aspecto de la vida.

Efectivamente, lo que pensamos, lo que sentimos y lo que hacemos (nuestros movimientos) son expresión de lo más íntimo de nosotros mismos y, por tanto, nuestros pensamientos, sentimientos y movimientos son representaciones que nuestro YO en su sentido más profundo, y manifestado tanto a nivel interno (pensamientos y sentimientos) como a nivel externo (movimientos).


EL CIRCUITO “P-S-M”

Si tenemos determinado pensamiento sobre algo o alguien, puede basarse en una serie de observaciones objetivas, lo que se denomina “juicio”. En nuestro pensamiento emitimos un juicio sobre ello, que puede ser expresado en palabras posteriormente, pero que nace en nuestro pensamiento. En otras ocasiones, sin haber tenido ningún tipo de observaciones objetivas sobre ello, también tomamos posición en nuestro pensamiento. No sabemos si una persona es buena o mala a no ser por sus actos pero su aspecto, hombre o mujer, raza, edad, forma de vestir, etc. puede condicionar, y de hecho condicionan normalmente, nuestra posición inicial hacia ella, es decir, antes de iniciar ningún tipo de contacto ya tenemos una idea de “cómo” es esa persona. Esto se denomina “pre-juicio”, es decir, juzgar antes de tener pruebas.

Tanto los “juicios” como los “prejuicios”, o la combinación de ambos, nos posiciona a nivel de pensamiento hacia algo o alguien. Este pensamiento provoca una reacción interna que genera un sentimiento, ya sea de tipo positivo o negativo, hacia ello. Rechazo o atracción, ternura o piedad, alegría o tristeza, miedo o amor son sentimientos que subyacen en todo punto de vista, en todo pensamiento, pero que a nivel consciente son como la parte no sumergida de un iceberg, quedando depositados en el inconsciente el cúmulo más importante de sentimientos. Por ello, actuamos de un modo hostil contra otra persona sin razón aparente, y nos sorprenderíamos si nos observásemos un rato después. Esto ocurre de un modo no premeditado (pre-meditado, antes de ser meditado), porque los sentimientos nos han impulsado a dar una respuesta, en este caso agresiva, como reacción al entorno. Sí, los pensamientos han precedido a los sentimientos pero, una vez desatados, el movimiento ya puede llegar a producirse de un modo inmediato. Y esas acciones pueden desencadenar unos nuevos pensamientos (triunfo o derrota, he hecho bien o mal, etc.), que nos sumergen de nuevo en sentimientos (alegría o tristeza, amor u odio…) que vuelven a modelar las siguientes acciones o movimientos, convirtiéndose en el circuito marcado con flechas rojas en el gráfico (pensamiento → sentimiento → movimiento → pensamiento de nuevo…), en un ciclo que no acaba, ya que se van incorporando elementos que afectan a uno o varios de los factores y que pueden hacer que el ciclo siga girando, es decir, modificándose. Llega un momento en que nuestra “postura” hacia algo o alguien se hace “inmutable”, lo que significa que hemos desarrollado una serie de pensamientos, sentimientos y movimientos que no se han modificado significativamente durante un tiempo. En ese momento, el circuito se detiene (no aprendemos más y, por tanto, no cambiamos… o quizá al revés) de modo que sólo se producirá una nueva activación del ciclo en el momento en que se introduzca un cambio de pensamiento, de sentimiento o de movimiento, en resumen, un cambio en nosotros mismos.

Por ejemplo, imagina que estás concentrado en una actividad que quieres hacer. Da igual que sea en un trabajo, viendo una película o meditando en silencio. Elige una situación que desees analizar. A través de esta guía podrás repetir el proceso con diferentes casos y podrás observar que ocurre un proceso muy parecido. Repito, estás concentrado en una actividad. De repente, algo o alguien te interrumpe. Puede ser a través de un ruido, te mueven, etc. ¿Qué dirías que ocurre? Lo normal es decir que “me siento molesto”; esto es un sentimiento, pero no ha nacido del hecho de la interrupción, sino de tu pensamiento sobre la interrupción, que ha funcionado de forma parecida a “me han interrumpido, ahora que estaba en lo mejor” y, por tanto, te sientes molesto, enfurecido, es decir te aflora el sentimiento de la ira. Imagínate ahora que estás en otra actividad que no quieres hacer, ya sea un trabajo que no te gusta, lo que sea. Pero concéntrate en algo concreto. Ahora, alguien a quien amas se acerca a ti y te da un beso. También te ha interrumpido, pero esta vez, tu sentimiento es totalmente distinto, ya que el proceso ha sido el cambio de un pensamiento de rechazo y, por tanto, un sentimiento desagradable, a un pensamiento positivo y un sentimiento de satisfacción, incluso de alivio en relación con el momento anterior.

Hasta aquí, alguien puede decir que no hay pensamiento, sólo sentimiento, pero no es verdad. Y voy a demostrarlo. En el primer caso, en la actividad que quieres hacer, en la que estás concentrado, llega tu ser querido y te interrumpe dándote un beso. Primero aflora tu pensamiento de “me han interrumpido”, al que se añade la figura cariñosa, lo que se transforma en un sentimiento agradable. Pero si a tu pensamiento de “me han interrumpido” no se añade esta figura cariñosa, el sentimiento no es agradable, sino de contrariedad. Por tanto, el proceso de pensamiento ha actuado y ha modificado el sentimiento final, lo que se traducirá un una actitud y unas reacciones totalmente diferentes en un caso o en otro.

En gran cantidad de situaciones, nuestras reacciones son totalmente automáticas, es decir, “confiamos” nuestro YO a las reacciones que surgen en cada momento, de modo que se produce una situación, que genera unos pensamientos, que provocan unos sentimientos, que inducen a unas acciones, y en el que el proceso no se detiene para analizar con calma qué ha pasado y porqué actúo así. Simplemente actúo, de acuerdo con el “programa” que he automatizado. En Artes Marciales se busca desarrollar las reacciones ante el adversario en el menor tiempo posible, se busca desarrollar “programas” que permitan dar una respuesta (movimiento) en tiempo oportuno y técnicamente eficaz. Pero tanto en la vida cotidiana como en combate, SOMOS RESPONSABLES DE NUESTROS ACTOS Y DE SUS CONSECUENCIAS, por lo que la ventaja de la respuesta automática puede llegar a convertirse en un serio inconveniente.

Para poder afrontar con éxito esta combinación de necesidad de reacción rápida junto con exigencia de una actuación responsable, hay un factor que permite controlar el circuito P-S-M, y que vamos a analizar a continuación.


EL FACTOR “V”

Este elemento “V”, que en el gráfico engloba a los demás elementos, es la voluntad, ya que es la cualidad que nos permite modelar, ajustar, adaptar y modificar los otros tres factores. Nuestra voluntad nos permite revelarnos ante nuestros impulsos más perversos, esos que todos tenemos y que son consecuencia de los “programas” P-S-M que hemos desarrollado a lo largo de la vida, que no se valoran, sino que surgen de forma automática, espontánea, explosiva, y que muchas veces provocan unos efectos no deseados. Pero detengámonos un momento aquí. ¿Porqué, si el efecto no es el que buscamos, seguimos actuando del mismo modo? La respuesta es que NO ACTUAMOS CON RESPONSABILIDAD, es decir, no nos hacemos responsables de los efectos, sino que responsabilizamos a otros, les echamos la culpa, y nos descargamos de los sentimientos de fracaso y de culpabilidad, sustituyéndolos por rencor hacia lo externo. Por tanto, si las consecuencias no son las adecuadas, es porque “otros” tienen la culpa. Da igual el resultado, lo importante es poder apuntar con el dedo acusador a otro. Este proceso tan irresponsable seguro que lo hemos podido observar en alguna ocasión; de hecho, en demasiadas ocasiones. Nuestra sociedad es esclava de la culpa y es irresponsable de los actos. La fuerza moral de las Artes Marciales es sólo una de las vías que permite hacer que tomemos consciencia de nuestra responsabilidad ante la vida a través de nuestros actos, que surgen y se ajustan a los parámetros de nuestros pensamientos y sentimientos… o de los “programas” que hemos cargado en nosotros mismos. El entrenamiento de “programas” de defensa personal ciudadana, de intervención policial y de combate militar (intervención letal e intervención no letal) son fundamentales para poder actuar de forma eficaz, es decir, en tiempo oportuno y con los efectos adecuados, pero sólo a través de la moderación de la voluntad, que pone freno o impulsa el proceso P-S-M, de modo que se modula y controla este ciclón, convirtiéndolo en una suave brisa o en un tornado, de acuerdo con nuestra decisión consciente. De este modo se puede acceder a la Vía del Bien Responsable(2) con capacidad para actuar en nuestro mundo con pleno dominio de nuestro YO, pudiendo mantener la guía que marquemos para nuestra vida, ya sea el Camino del Guerrero(3), o el que cada uno decida. Esa es la forma en la que nuestra responsabilidad para con el mundo va de la mano de nuestra voluntad. Esa es la forma en la que podemos llegar a lograr lo más bello, bueno y verdadero que permite nuestro potencial, nuestro legado al mundo, nuestra contribución a un futuro mejor a través de un presente en continua evolución.


NOTAS
Además de la información adicional aquí referenciada, puede ampliarse información de este artículo en la web de DCI www.defcomint.com o contactar en defcomint@hotmail.com.
(1)  Más información sobre el autor en: www.defcomint.com/vl.
(2)  Ver artículo “El Sendero de la Paz, la Vía del Bien Responsable” en www.defcomint.com/Kyo.
(3)  Artículo del Mes de mayo pasado.

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