LA HOSTILIDAD (y 2)
Por José Vicente Lumbreras Martín, Director Técnico de
DCI*
Fecha
de edición: 15NOV11
El
artículo del mes de junio del año pasado quedó pendiente de concluir, habiendo
incorporado otros artículos a continuación que, por diversas causas, tenían
mayor prioridad. Sin embargo, es importante finalizar lo que se comienza, por
lo que voy a intentar aportar el resto de la información que deseo transmitir a
los lectores en relación con este tema. Como en otros casos, incluyo gran
cantidad de enlaces que amplían y aclaran conceptos. Espero que puedan ser de
utilidad.
La hostilidad
es, ante todo, una forma de manifestar la ira. Por tanto, hostilidad e ira son
actitudes que siempre van de la mano la una de la otra. Es muy importante
comprender esto, ya que vamos a utilizar esta línea de pensamiento como punto
de apoyo, así como herramienta de trabajo enfocada hacia nosotros mismos(1),
concretamente en relación con comprender nuestras reacciones hostiles, tanto
hacia nosotros como hacia el entorno.
La
hostilidad es una manifestación de oposición a la realidad que percibimos. Esta
realidad no nos gusta y por tanto, reaccionamos, ya sea para modificarla, para
evitarla o para asumirla (enfrentarse, huir, proteger, pedir ayuda, inhibirse…).
Evidentemente, la actitud hostil es sólo una de las formas de reacción ante la
adversidad, en forma de resistencia interna y/o externa, para modificar la
realidad misma o la percepción de ella. Porque, en la mayoría de los casos, LA
REALIDAD nos afecta sólo en un 10%, mientras que la PERCEPCIÓN E INTERPRETACIÓN
que hacemos de esa realidad, llega a afectarnos en un 90%(2).
Por tanto, si modificamos la percepción y la interpretación de esta realidad,
también podremos modificar ¡en un 90%! el modo en que nos afecta.
Los efectos
fisiológicos y emocionales que produce una actitud hostil en el individuo son consecuencia
del estrés que genera esta actitud. Aumento del ritmo cardíaco(3) y
la tensión arterial, descarga de adrenalina en el torrente sanguíneo o efecto
túnel(4)
son probablemente los efectos más significativos que modelan la percepción
(interna) y actuación (externa) como consecuencia de la hostilidad.
La acumulación
(exposición prolongada o intensidad puntual muy elevada), tanto a una sensación
de hostilidad como al estrés, produce efectos dañinos para la salud. La
ansiedad que producen estos dos elementos intenta ser contrarrestada por las
defensas mentales pero, si no lo consiguen, los efectos pueden continuar en la
persona, a pesar de que el peligro haya cesado. Insomnio, irritabilidad, sobresaltos
o falta de concentración son efectos habituales que se manifiestan, llegando a
padecer el síndrome del estrés postraumático(5).
Por tanto, es necesario encontrar un modo de evitar esta situación.
Pero la
realidad de la vida nos demuestra que el ser humano tiene que enfrentarse
necesariamente a la hostilidad de su entorno, ya sea en los niveles físico,
verbal y/o emocional, y más especialmente en el desarrollo de actividades
profesionales como la militar, policial, médica, enseñanza, etc., pero también se
produce esta exposición en el propio hogar (discusiones, violencia doméstica…)
o fuera de él (enfrentamientos verbales, peleas, atracos, disturbios, etc.), es
decir, en toda situación en la que se produzcan confrontación o resistencia.
El Sistema de
Combate DCI busca, dentro de un concepto holístico(6),
la prevención de los efectos causados por el estrés en todos los casos, lo que
puede constituir un medio de enfrentarse a los retos que nos toca afrontar en
la vida diaria(7).
La realidad es percibida por cada cual a través de una serie de filtros que nos
permiten interpretarla y darle significado de acuerdo a nuestra predisposición de
cada momento (pensamientos, datos, prejuicios), para finalmente incorporarla a
nuestros conocimientos (información y experiencias). Los principales filtros
que intervienen son los valores, las creencias y las emociones. Este
sistema selectivo le sirve al ser humano para poder atender a las necesidades
más acuciantes cuando es necesario, de acuerdo con el instinto de supervivencia,
pero esta percepción filtrada también puede convertirse en un elemento que
limite nuestras capacidades de respuesta ante situaciones de riesgo.
Efectivamente, las respuestas básicas ante el peligro son, en el caso del
hombre, enfrentarse, huir (“fight or fly”), y en la mujer se producen
respuestas de proteger y buscar ayuda(8).
En cualquier caso, también pueden manifestarse en ambos sexos la reacción de
quedarse paralizados (inhibirse) que, en muchos casos, podría acabar siendo la
peor reacción, al quedarse a merced del peligro. Este tipo de respuestas
naturales deben ser canalizadas adecuadamente para poder aprovecharlas de un
modo práctico y mantenerse dentro de un marco legal y de un marco moral
adecuados(9).
Por eso, es
fundamental el desarrollo de la capacidad de limitar los efectos negativos que
produce la hostilidad en nuestro interior, lo que se traducirá en una
disminución del sentimiento y manifestación de esta hostilidad. Sentimiento,
manifestación y efectos pueden resolverse de un modo global (holístico),
atendiendo al problema de base: los filtros (valores, creencias y emociones).
Los valores
actúan como un disparador de la ira, en el momento en que se superan los
límites que consideramos correctos o adecuados(10).
Pero si somos capaces de comprender que nuestra libertad finaliza donde empieza
la de los demás y NOS SENTIMOS PREPARADOS PARA AFRONTAR estas injerencias,
estaremos en condiciones de abrirnos a otras opciones que, aunque no las
compartamos necesariamente, podremos respetarlas y, en el mejor de los casos,
aprender de ellas, ¡aunque sea para saber cómo enfrentarnos mejor a ellas!
Las creencias
son ideas o hechos que consideramos ciertos, y que constituyen la base de
nuestras interpretaciones. Si A es bueno, lo que está de acuerdo con A es bueno,
y lo que no lo está, debe ser necesariamente malo. Por tanto, las creencias son
la base de los prejuicios y de las manifestaciones de rechazo y odio sin
siquiera haber tenido la más mínima experiencia previa con aquello que
rechazamos. Visto desde este punto de vista, podemos llegar a pensar en las
ventajas personales que nos puede producir el hecho de vaciarnos de
creencias, para poder abrirnos a los demás(11).
Las emociones
son, quizá, el elemento que más se intenta controlar para una correcta gestión de
la hostilidad. Pero el control puede realizarse por medio de la represión (con
repercusiones negativas insospechadas) o por medio de la comprensión, lo que
permite la evolución de la persona hacia unos niveles más elevados de
conocimiento del entorno y de sí mismo.
Esta comprensión se basa en “observar” las emociones, entender cómo se
originan, qué efectos nos producen internamente y cómo reaccionamos.
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Si nos atenemos
a este esquema, podremos comprender que una reacción no meditada ante una
emoción nos convierte en autómatas, de acuerdo al modelo estímulo-respuesta de Pavlov(12).
Sin embargo, es la mente, y muy especialmente la comprensión de las
realidades y la voluntad, las que verdaderamente permiten decidir las
acciones y respuestas deliberadas del ser humano. Para ello, el individuo
recibe la información exterior, la procesa en relación con la situación interna
y externa, decide la respuesta y la ejecuta. En este proceso es muy importante
tener en cuenta nuestras respuestas de acuerdo a la Pirámide del Empleo de la
Fuerza(13)
y, siempre que sea posible, a los modelos operativos de Comunicación No
Violenta(14),
que se utilizan en DCI habitualmente para resolver situaciones de bajo nivel de
riesgo.
Si tras este
estudio, estamos en condiciones de comprender qué elementos interactúan en
nuestra relación con el medio y cómo manejarlos, podremos disminuir hasta los
límites adecuados la hostilidad que habita en nuestro interior.
NOTAS
* Más información sobre el autor en http://www.defcomint.com/vl.
Puede ampliarse información de este artículo en los
enlaces que se incluyen a pie de página a lo largo del texto, incluyendo muchos
de ellos de la web de DCI www.defcomint.com. Para abrirlos
deberán seleccionarse, copiarse y pegarse en la barra de direcciones del
explorador de internet.
También se puede contactar en defcomint@hotmail.com para
aclarar dudas o aportar comentarios.
(1) Ya
se trató anteriormente la hostilidad en general en el artículo anterior y la
hostilidad ajena en “La victoria sobre la violencia”: http://www.galeon.com/jlgarcia/dppm/victoria.pdf
(2) Ver el “principio 90/10”: http://es.scribd.com/doc/7273576/El-Principio-1090
y http://www.inteligencia-emocional.org/pareja/el_principio_90_10.htm
(5) Síndrome del estrés postraumático. http://es.wikipedia.org/wiki/Trastorno_por_estrés_postraumático.
(6) El
holismo enfatiza la importancia del todo, que es más grande que la suma de las
partes, y da importancia a la interdependencia de éstas.
(7) Para comprender que la violencia no debería
ser motivo de más violencia es interesante relacionarlo con el documento
“marginalidad y violencia”: http://www.defcomint.com/1ArticulosZona/MarginalidadYViolencia.pdf
(8) Mujeres y hombres no suelen manejar el estrés del mismo modo: http://www.tupsico.com/destacado/los-hombres-y-las-mujeres-responden-al-estres-de-manera-distinta
Sin embargo, determinados
consejos son perfectamente aplicables a ambos sexos. El documento “el estrés y
el VIH” incorpora valiosa y concisa información para comprender cómo funciona,
cómo afecta y cómo enfrentarse positivamente al estrés, no sólo en los casos de
personas que padecen el HIV, sino de aplicación general para todos (http://pwatoronto.org/spanish/pdfs/topic-stress+HIV.pdf).
(9) Ver www.defcomint.com/MarcoMoral.htm.
(10) Hay un límite en el que
la tolerancia deja de ser virtud (Edmund Burke).
(11) Puede ampliarse en http://www.justcoaching.net/vaciar-llenar-87933
(12) Este estupendo artículo
nos abre a los estudios teóricos sobre motivación, aprendizaje y gestión de las
situaciones: http://www.monografias.com/trabajos13/teapre/teapre.shtml
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